Tiempo y paisaje cafetero

En mi mente se mueve un caleidoscopio generador de imágenes cambiantes de una existencia inteligible. La estudio e indago en otras mentes y palabras, busco cosas escritas, fotografías, datos para dilucidarla y entenderla.

Escribo desde reflexiones en mi libro «El Congal. Diáspora y bordado»

Algunos me han descrito su trasegar histórico, creencias y emociones que condicionaron sus estilos de vida en otros tiempos y el presente. Percibo sus retratos mentales más auténticos, sus imaginarios, esos atavismos mentales que les enlazan lo remoto a lo cotidiano.

Luis Antonio Toro Osorio, oriundo de Marsella, cuando era Caldas, casado con Elena Vargas, salió de Marsella y tras sus revueltas, fue alcalde de Armenia en noviembre de 1967 a septiembre de 1968. ¿Quién le marcó ese rumbo? Su experiencia de migrante al Quindío demuestra esa capacidad para apropiarse de escenarios y momentos decisorios. Circunstancias que se interpretan y se adaptan.

Asumimos tiempos y posiciones para situarnos en la historia, a veces nos sentimos un punto del presente que navega entre ondas del tiempo líquido que hace parte del universo; en otras, circulamos en un disco de acetato, giramos en formas diversas porque un disc-jockey nos pulsa, somos vibraciones con curvas y circunvoluciones de tiempo sónico que van y vienen, sonamos con emociones.

Persona es ser y sonar. Corremos entre el humo de la historia para alejarnos sorprendidos en una elipse que nos hace regresar al origen impregnados de tiempos futuros, recogemos pedazos vitales del pasado y los metemos en nuestra mochila experiencial, somos maneras de ser y de estar entre la vida, vida que es ayer y hoy, logros día a día hacia el futuro. Actuamos con actos de habla, sonamos con recuerdos y emociones.

Cada casa donde habité en Marsella, Pereira y Cali Viejo puede contener una novela. Aprendí del mito del oro que está emparedado en una casa que ocupó Vicente López, el primer alcalde de Marsella. ¿Qué pudo satisfacer aquel metal que solo dejó esa leyenda imaginaria?

Somos formas de existencia, realidades de tener intemporales, el oro y los metales, u objetos que se desgastan y deterioran, las cosas nos reflejan y en ellas las personas y su roce al paso del tiempo.

Valoramos las casas antiguas y fundacionales por cuantos más hechos hayan sucedido allí y sus ocupantes más hayan dejado en su huella cultural. También se revalora o desmejora lo construido; se transforma en instalaciones para el negocio del turismo que las captura y transforma como las cosas de la economía naranja.

Objetos y personas, sujetos al diapasón de modas y afanes de ostentación, lo presente que es del pasado, aunque sea parte subjetiva del ser presencial presente. Estamos entre la sociedad del más, cada día más y más cosas de modas pulsadas por la locura del consumo efímero, somos banalidad y realidades aparentes, las asumimos, disfrutamos y cabalgamos en sus ondas y olas inmensas de tendencias que nos pueden disolver entre adicciones. Es la complejidad en la era del ser distinguido y replegado en la realidad de tantas relatividades.

Nuestro desafío es hacer del paisaje cultural cafetero un valor más perenne y mejorado ante el cambio planetario. La tierra nos da señales, nos desafía la movilidad terrestre que a veces es imperceptible aunque este a la vista desde las fallas en el suelo que son parte del trazado de las placas tectónicas. Nos alertan las noticias del cambio climático con el mayor dinamismo de las aguas que con vida y transformaciones.


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