La metamorfosis en Apía

Invocación

Metamorfosis
Publio Ovidio Nasón
Traducción de Ana Pérez Vega

Guillegamba – ubicado en Alcaldía Municipal de Apia

En aquel agosto cuando se fundó Apía, bosque oscuro y húmedo de la Mesenia florecía con árboles de sietecueros morados. Allá anduvo Ramiro con sus ojos hundidos y mirada de estrellas negras, invisibles desde antes de toda civilización y etapa terrestre, sus ojos atraparon esa negación de la luz en su par de agujeros negros.

Alguien lo renombró “El duende de La Mesenia” por incomprensión a su infortunio. Ramiro como epiléptico, sosegaba sus ansiedades con su conducta de observación y concentración ante movimientos, olores, sonidos y revelaciones de la naturaleza. Las Percibía como sus vivencias de sujeto identificado con la vida universal y su manifestación en las vidas individuales y su continuidad infinita. Vida con rupturas y desviaciones. En su noche era un oyente de sonidos de insectos, la gente lo confundía con el duende.

Sufría crisis momentáneas, su cuerpo derrumbado, rígido y blando, se estremecía, se arqueaba mientras sus tendones se fundían a los huesos; algo mínimo y mágico, atroz en sus convulsiones que ametrallaban locuras emocionales sin que pudiera pararlas.

Él tendido en hojas húmedas sentía aquel acto doloroso.

Él mismo estertor de los temblores y movimientos de las placas tectónicas terrestres del planeta que derrumban edificios y erosionan carreteras porque su vitalidad se eterniza en la metamorfosis de todos los terremotos de su existencia.

https://www.domestika.org/es/projects/367307-embera-chami

Solo él sabia que Apia, antes era mar y montañas que cubrían todo, era parte de un orbe en caos, una tierra inestable bajo esa frecuente lluvia que ha manado desde el Pacífico y la neblina que acaricia y canta con sonidos de pájaros en los cerros.

Sus antepasados habían trajinado lugares que se borraron desde un tiempo cuando existieron dos aldeas, San Juan del Chamí y San Antonio de Tatamá, habitados por indígenas barequeros del oro y cargueros de montaña. Supieron la llegada de colonos viajeros que los mataban y sometían para poseer su tierra y trazarle caminos a su civilización hacia el bajo Chocó por los ríos San Juan y Atrato, tierra de chamíes y negros.

En otro agosto advirtió los vehículos del 1930 desde La Virginia por el río Mapa, los siguió cuando pasaron en 1953 por Apía y Santuario, Pueblo Rico, más años a Itaurí, Santa Cecilia, Guarato, Playa Rica e Istmina, con ese cruce panamericano del poblado Las Ánimas, sin el sueño del ramal y el puerto en Tribugá, idea que no competía con los grandes cargueros que cruzan el Canal de Panamá.

Ramiro al pasar la crisis con sus estertores se sabía único en su dolor que desde millones de años se transmite de cuerpo en cuerpos, de individuo en individuos, de familia en familias, de especie en especies en su continuidad; vida que no viene de nosotros y sin nada de exclusivo, que nos hace parte de la humanidad y de la infinitud de seres vivos e inertes, porque cada especie es la metamorfosis de las que le precedieron. Vida que se improvisa en casa individuo.

Apia – Dibujo de Mario Múnera

Tras estas reflexiones sobre la coexistencia con Ramiro como epiléptico y nuestra existencia en el sentido más profundo de la teoría darwiniana de la evolución. La herencia que somos con la sustancia química fijada en imágenes desteñidas en los álbumes familiares que terminaron en el olvido, que ahora se han transformado como interfases de relaciones en las redes sociales. Desde ahí ¿Qué somos?  

Una tarde -1966- aún con el sabor del café punción, Francisco Javier Alzate nos leía “Lamentación vacía” de Porfirio Barba Jacob: Asentó la lengua con otro trago de ron y continuó: Mi mal es ir a tientas, con alma enardecida, / ciego sin lazarillo bajo el azul de enero; / mi pena, estar a solas, errante en el sendero, / y el peor de mis daños no comprender la vida. // Mi mal es ir a ciegas, / a solas con mi historia, / hallarme aquí sintiendo la luz que me tortura, / y que este corazón es brasa transitoria/ que arde en la noche pura.

Nuestros diálogos en el Café Apía, entre el choque de las bolas del billar al fondo del salón y el grito en espectadores, no eran fáciles, delirio ante la herencia que legaron aquellas siluetas de los álbumes. Imperfecciones y limites ante la orfandad.

Café de mi pueblo Apía.

Cuando falleció el padre de Pacho y en Cali mi familia paró su desarraigo desde el origen a la calle dura; Ramiro, nosotros, otros con Nelson, Hildebrando, Múnera; hijos de la violencia de aquellos años, testigos de la multiplicidad de formas como se metamorfosea la existencia desde antepasados, criaturas en el vientre de las madres en unión de vida en ellas, nuestros primeros pasos y el despertar de nuestra individualidad al confrontarnos en alteridad ante más personas. Vida local donde estudiaban jóvenes de varios municipios, la identidad se paría entre tinieblas hacia la luz que buscaban nuestras palabras.

En aquel ambiente se gestó el “Poema inconcluso para el tiempo” escrito por Pacho: “Del tiempo, solo sé/ su socavada estructura/ de ausencia y olvido en los seres;/ en mi por lo menos;/ en esta argamasa que ha dejado/ su dura tempestad inútil.

Con aquella confrontación existencial pudimos comprender que Apía ha sido un lugar de convivencia con múltiples metamorfosis, aparentemente quieto, evolucionante en sus formas de violencia: política, narcotráficante, extorsionista, venganztiva y desencontrada.

En esas mismas calles y rutas la desesperanzada se muele esperanzada. Cada rostroo en sus formas y retratos de envejecimiento y migraciones, revela imaginación y constancia, transformaciones. cambia la pobreza con el estudio, la música, la cooperación y el emprendimiento. Temor de muerte ante vida dura.

La vida nos atraviesa desde adentro y desde afuera, no es algo alrededor de nosotros, somos parte de su particularidad universal, se transforma cuando nos transformamos porque somos la misma vida que nos rodea.

En Apia las armas se convirtieron en instrumentos musicales como las continuidades de una misma historia que cambiaba con la misión de maestros, organizaciones, líderes y cultores; nuevas formas de agricultura, cambio que incitan cafeteros, cantos de pájaros que no se matan con caucheras y multiplicidad de ideas en marcha porque la metamorfosis se centuplica con nuevas maneras de pensar.   

El futuro esta en el vigor de esta metamorfosis, es tendencia del pensamiento que se cuestiona, es innovación regenerativa y a veces degenerativa hacia otras formas de producción y creación.

El porvenir es un hecho que la fuerza de nuestra vida vigoriza desde muchas fuentes y no pertenece a nosotros porque es un ánimo que impide que nuestra identidad colectiva sea algo estable porque contiene energía transformadora.   

  

  1. Las metamorfosis de Ovidio: Poema dividido en 15 libros del poeta romano Ovidio Nasón. Una de las obras más importantes de la literatura clásica latina. Abarca desde la creación del mundo hasta la época de Julio César. Del género épico y didáctico y narra episodios de la mitología griega y romana.
  2. Metamorfosis. Emmanuele Coccia. Sobre la fascinante continuidad de la vida.  

En el año  1775, por los lados del río San Juan,  en la zona chocoana, existían dos pequeñas aldeas llamadas San Juan del Chamí y San Antonio de Tatamá, habitadas por indígenas cuyos oficios eran el barequeo del oro y el transporte de mercancías a la provincia del Zitará. https://historiayregion.blogspot.com/2015/04/los-pioneros-de-la-ruta-al-pacifico_26.html


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Comments

5 respuestas a “La metamorfosis en Apía”

  1. Avatar de ensondeluz

    ¡Me has deslumbrado, Guillermo!

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    1. Avatar de guillegalo

      Agradecidos por los la opinión de ambos.

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  2. Avatar de azurea20

    ¡¡¡Genial!!!.

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  3. Avatar de azurea20

    He vuelto a leer tu texto y repito lo que ya escribí hace cuatro día. ¡¡¡Genial!!!

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  4. Avatar de guillegalo

    Cómo me ilumina este nuevo mensaje.

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