Identidades alternas en Nibaldo

En el cotidiano ejercicio de su tiempo Nibaldo oía cigarras, percibía sus estridulaciones en una banda sonora de frecuencias que ondulan el frío y el calor, así fuese en una tarde con cielo de naranja o en la medianoche del miedo, le sonaban con todos los cambios del clima y de la época. Vibraciones que tocaban en su piel con levedad.

Percibió esa sensación como un eco de energías sagradas por el nacimiento de Nubia su hija. Recordó ese amanecer de hace diecisiete años, su gemido tras el primer canto del gallo que silenció a todas las cigarras. La niña lloró y tiritó desconectada del flujo materno, las cigarras le recibieron entre ondas sonoras de la más baja frecuencia y acompasaron su transición vital desde el vientre a la cuna.

Nibaldo había madrugado a despedirse de la luna que desaparecía tras el cerro de Tatamá, se sentía al revés, y sentado en la cocina se examinaba todo el cuerpo porque soñó que en la montaña lo había poseído una mujer gusano. Él ahí confuso, tomó su pocillo de peltre, atento a la noticia de Rosario la partera. Ella le había anunciado un gran día y una buenaventura porque en esa semana millones de cigarras habían salido de la tierra después de un encierro de diecisiete años.

Cerro de Tatamá. Fotografía de Paula Salazar, publicada el 6 de enero de 2010 en https://www.fotopaises.com/foto/apia-colombia-237618

En los meses cuando Nubia caminaba y decía sus primeras palabras, sonaron diferentes tonadas de cigarras. Ese tres de junio amaneció claro tras la lluvia. Nibaldo sorbió el primer café y lo sintió entre las venas con vibraciones sonoras de cigarras en su cuerpo. Acarició a la bebita y le dijo Nubia, su mujer, que los sorbos del café le pasaban por el cardias, se movían con la sangre y le cayeron al estómago como gotas que revolvía y vaciaba en los intestinos. Su hígado colgaba del ombligo agarrado de un gancho de carnicería. Pidió le palpara la zona del intestino y la piel sobre su apéndice, lo sentía flojito y puntudo. Se recompuso de esa sensación cuando se cambió la ropa para irse al cafetal.

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Roberto Matta arquitecto, humanista y pintor surrealista chileno

La finca de un médico paisano de Nibaldo se ubicaba en una vereda vecina, compañero suyo durante la escuela primaria. Su esposa Nubia le sugirió visitarlo porque de tanto en tanto los visitaba y los sabía escuchar; tenía su pendejada, era especialista  en vaciar el bolsillo de sus pacientes, les atendía en sus lenguajes y los reconocía hasta en lo más profundo sus animosidades, sus malestares, sus perfiles psicológicos con sus imaginarios y los desajustes de su fisiología.

En los días de la cosecha cafetera lo visitó el vecino médico, le escuchó y examinó, aguzó oído a sus malestares vibrantes. Acostado sobre la mesa del comedor, le verificó con un tenedor forense las revolturas de su cuerpo y le entendía sus palabras en arrevesado lenguaje: por ahí doctor me cuelga una cosa que me acosa con los sonidos de las cigarras.  

Por cada parte que le palpaba, el hombrecito sentía un enrevesamiento de sus órganos. Escúchame: Debemos iniciar la recomposición de tus tormentos y mejorar tus descomposturas, me contarás tus sensaciones y te haré una operación. Nibaldo lo miró —pero, ¿eso no será muy costoso doctor Bedoya?—   Y el médico:  Humm…  No es ese el problema. 

Hombre, piénsalo, si en la cirugía te saco la apéndice, tu tripitorio funcionará mejor y se reacomodarán tus órganos. Un mes luego de la operación y medicinas, el intestino grueso se habrá acomodado, sentirás alivio después de las comidas. Pasados sesenta días, podrás devorarte un toro o una bandeja paisa. A Nubia le pareció una solución costosa. Nibaldo replicó: – venderé seis vacas y tres marranos- Así la cirugía se pudo financiar.

Roberto Matta- La tierra es un hombre

Nibaldo regresó de Medellín, las cigarras le cantaron a su felicidad, hablaba a todos y les explicaba con detalles, decía sentirse muy bien. Llegó al pueblo el día del mercado como un hombre cambiado y su goce consistía en demostrarle a cada uno de sus vecinos la cicatriz de su operación. Parecía un soldado del Batallón Fudra recién salido de mil batallas, se sentía un héroe de mil guerras.

Transcurrieron tres lunas perdidas hasta cuando aparecieron en los árboles millones de arañas rojas diminutas, se reproducían bajo el follaje de los cafetos, sonaban acompasadas con las leves estridulaciones de las cigarras, tejieron un manto blanco que amenazaba el arrasamiento de los cultivos. Nibaldo sintió que habían penetrado a su cuerpo por entre las orejas y los agujeros de la nariz. No sabía si por esa sensación de una procesión de arañas rojas que le andaban por todos sus órganos, se le había volteado el cuajo.

El médico vecino le llevó a su clínica en su carro BMW hasta Medellín y lo operó; y así,  mes a año y temporadas, a más lunas perdidas, con cada aparición de hormigas arrieras, o nubes de cucarrones, invasiones de polillas, alteraciones de la flora por el verano, entre conciertos de cigarras algo se descomponía en su mente y se reflejaba en su cuerpo. El médico vecino le hizo operaciones por hernias inguinales y más problemas en el vientre.

El veintiocho de diciembre, Nibaldo no percibió a las cigarras y sintió un pulmón congelado. Lo trasladaron a Cali donde lo metieron en un pulmón de acero para recuperarle su ritmo respiratorio, descongelarlo explicó a sus amigos. Seis meses después, cuando caminaba hacia adelante, sentía que la sangre se le devolvía y al revés, cuando caminaba hacia atrás cot cot cot; el asunto era grave. Ahora en Medellín le acompasaron el flujo sanguíneo que se atascaba en sus venas y le acomodaron el sistema circulatorio tras una cirugía de corazón abierto.

Con cada cambio de luna a Nibaldo se le removía un imaginario telúrico acompasado con los sonidos de la tierra, ruidos de animales y música de cigarras. Los gusanos picudos roían en las palmas, nubes de libélulas y resplandores de cocuyos. El médico miraba los fenómenos que anunciaba el almanaque Bristol satisfecho, a cada cambio de temporada un nuevo mal que añadía una operación; aunque Nibaldo se gastara una fortuna, se mostraba más y más feliz.

En la plaza de Apía, antes de la misa mayor en el día del mercado, a Nibaldo le rodeaban los campesinos y muchos visitantes. Le preguntaban por su estado porque ya era reconocido como un personaje exótico. Se quitaba la camisa y se bajaba los calzoncillos para mostrarse  a todos; así explicaba cada vez mejor y a cada uno, sus cicatrices y las circunstancias de los fenómenos de la vida natural cuando le dejaban sus desarreglos físico y orgánicos, y como su médico amigo se los curó con cirugías.

Roberto Mata
Roberto Sebastián Antonio Matta Echaurren. Considerado el último representante del surrealismo

Su cuerpo era un mapa de cicatrices y huellas de guerra mundial y el sistémico cambio planetario. Todos ganaron con él, cirujanos que dejaron sus marcas en el cuero de Nibaldo y en los $$$ de las finanzas en la clínica del médico. Entre sus dolencias y heroicidad imaginaria, con su conversa arrevesada de siempre, era una lanza en los negocios. Mientras tuviese el sacro sonido de las cigarras, habría vacas lecheras, cerdos de engorde, huevos enormes y cultivos en tierras fecundas para financiar sus aventuras con los cirujanos.

Perdí en muchos años el rastro de Nibaldo. Sus hijas se fueron a Estados Unidos. Nubia sentía su ausencia y le convenció: vendió las tierras y llevó a su padre en la temporada de los cantos gringos de las cigarras migrantes.

La semana pasada, lo encontré en una revista de farándula, retratado ahí, como el personaje modelo en un reportaje de la página central. La figura joven de un Nibaldo renovado y en las ondas de la moda con un peinado punk. Todo su cuerpo repleto de tatuajes y rejuvenecido facialmente por efecto de siete cirugías plásticas, le seguían quince reporteras a quienes habló de la plasticidad de su cuerpo y su encantamiento musical con las cigarras. Ya era una figura del Jet Set. Había participado en películas documentales y en un reality show sobre permutaciones humanas a partir de aprendizajes y hechos experienciales

No sé si sea Nibaldo y tampoco lo dudo; aunque, algunos de sus descendientes se mueven en unas ondas rarísimas del postmodernismo. Conocí a uno de ellos, lo apodaron gusano en recuerdo de las extravagancias de su abuelo; y como dicen por ahí, dizque todos tenemos un doble. Existe un alguien que anda por ahí perdido en el mundo, a lo mejor sea ese el doble de Nibaldo. Lo malo sería, como dice Fabio Alzate, que si llega la circunstancia cuando uno se encuentre con su doble, el uno es el positivo y el otro el negativo, entonces los dos estallan y se esfuman sus moléculas y continuaría una serie de estallidos atómicos, otra gran explosión hacia otro universo. No sé si sea verdad o no, y no me han dicho si Nibaldo ya tendrá la contra para eso.

La Canción de las cigarras.

Santiago de Cali, Marzo de 2018.  


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Comments

10 respuestas a “Identidades alternas en Nibaldo”

  1. Avatar de azurea20

    Me he encantado. Yo he lectura de puro realismo mágico. Genial.

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  2. Avatar de azurea20

    Me ha encantado. Puro realismo mágico. Genial. (el anterior comentario lo escribí sin gafas, jajaja)

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    1. Avatar de guillegalo

      Asi sin gafas ves más allá.

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  3. Avatar de aldemargamba
    aldemargamba

    Mi hijo nació un 3 de junio, así como prácticamente labinA también lo hizo.
    💙

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  4. Avatar de guillegalo

    Buena nota Aldemar. Seguramente seguiría una onda diferente a la nuestra. Bella es la vida

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  5. Avatar de tachimio

    Complimenti caro Guglielmo. Ho letto con piacere. Buona serata. Isabella

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  6. Avatar de guillegalo

    Come mi piacciono le tue parole. Saluti da Cali,

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  7. Avatar de orededrum

    Great article !

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  8. Avatar de mp_dc

    Magnífico relato! Saludos!

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  9. Avatar de Diego Firmiano

    Querido Guillermo. La historia de Nibaldo es casi un realismo mágico-trágico, y mire usted lo curioso: la naturaleza proveyendo para la naturaleza (vendiendo animales de su granja para recuperar la salud). Sus relatos saben manejar un lenguaje y una cadencia de buena factura. Al final no pude dejar de pensar en las «antípodas» y en la idea de Borges de que cada hombre, en realidad son dos hombres. Gracias por compartir su texto, pues tiene usted ojos que lo leen. Saludos.

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