Las obras de arte digitales de Daria Petrilli se remontan a los retiros rurales descritos por Flaubert y Tolstoi. Bellezas pálidas y victorianas con cabello rizado y cinturas de avispa. Daria me llevó al mundo onírico.
Agradezco a https://enelcampodelavanda.wordpress.com/tag/daria-petrilli/ en este campo descubri a Daria Petrilli.
En noches insomnes recurro al recuerdo. Me llega un eclipse de sol repetido en los ojos de Guísela, me persigue su mirada campesina tras su buganbilia. Se burlaba coqueta. Aún niño, cargué tras su casa una carreta con bultos de carbón que repartía en las calles de Marsella. Sudaba y pujaba y en ella una risa, coqueta movía su cintura de avispa que amenazaba al ardor de mi frente.
Al negro carbón lo encendía esa mirada y ardía mi piel, sentí llamaradas y aliento de un dragón antediluviano de los tiempos cuando los calores climáticos encendieron los polos terrestres.
En la tarde de octubre entre dormido recordé a mi hermano Diego entre imágenes surrealistas de tiempos idos. Me envió una página de «Mala Hierba», novela de Pio Baroja.
Recordé a papá tal cual en el sueño, él desnudo con plancha de carbón en mano, alizaba unos calzoncillos. Leía este párrafo que me envió Diego desde España, facsimil de alguna página en la colección Salvat y me quedé dormido.
Desperté en la calle donde se expresa ese sueño en los días cuando nuestra familia iniciaba la fabricación de obleas, han pasado cincuenta y siete años, el está allí frecuente en cada sueño una vez al mes. Me saluda. -Hijo, lo estaba esperando.
En la misma via en anochecer de octubre, los ojos de Ana Delia se hacían más grandes mientras mirábamos la boca del fábulo que cuidaba su portón. Esa entrada misteriosa no pudo tragarse a quienes entraron hacia el sótano a robarse el salchichón que guardaba el gordo Bautista -“Tista”, almacenado para la venta en la plaza La Pola.
Desde la calle de la Pista la Luna nos miraba sigilosa entre la neblina. Cada veintiocho días iluminaba la cara de Ana Delia. Con su redondez de rostro blanco y ojos de garza regresaba cada mes lunar para huir de nuevo del firmamento con el veintiocho día de Ana Delia. A los veinte meses el amor de ella por Raúl, la remontó tras una noche de luna mordida hacia el cuarto creciente que se llevó a la Ana Delia a la vida matrimonial donde jamás la volví a ver.
La última vez que vi a Ana Delia, volaba flotante sobre un pájaro como el que ilustraría Daria Petrilli en 1970. Solo la entreveo como una luz en la punta de la lengua, inexistente en aquel tragón, carcajeante que aún cuida el portón de la casa que construyó Emiliano Giraldo, el abuelo de Ana Delia, años más tras su llegada a Marsella en 1904.
Las mujeres de Marsella en aquellos días, eran frágiles bajo sus trapos pesados. Doña Rosario Rentería, mantenía en la jaula del patio un recipiente que llenaba con afrecho para que comieran los pájaros que revoloteaban en sus sueños. Comían allí en la mañana y en la tarde en la casa del frente porque mi tía Zulma, cuyas faldas eran leves y mecía el viento, les asignó nombres y le reconocían. Comían en su mano al llamarlos y salian a volar de regreso a los sueños de Rosario Rentería.
Volvía a ella entre imágenes de Dalia Petrilli. Artista e ilustradora que trasciende el encanto del Renacimiento italiano con un lenguaje surrealista.
También recuerdo a Eva Gómez, católica romana y pariente del obispo Diego María Gómez, nacidos en la vereda del Campoalegre de Santa Rosa y ordenado en los primeros años del siglo XX con el Monseñor Chucho María Estrada.
De ella mi lengua brava no afirmaría si era casta y jamás dudaría de su santidad. Una tarde alzó su falda larga oscura con gesto provocativo en mí. Apoyé en ella la correa de cuero con la con que mamá nos daba las pelas. Puesta ahí como una cinta en sus piernas largas y blancas, al borde del abismo en sus bragas, deslizó el filo de las tijeras en la cinta del cuero costurero y me enseñó a amolarlas.
Froté el filo de las tijeras en dirección a la fuente se sus pecados santos. Momento opaco y oscuro. Allá solo brilló el pico de su paloma del espíritu santo. Pausada deslizaba las tijeras en la tela mientras yo sentía los peces de colores que bailaban en su vientre y tras sus ojos de gata en celo, el celo sagrado de las oraciones que anidaban en su corazón.
https://enelcampodelavanda.wordpress.com/tag/daria-petrilli/
https://www.tuttartpitturasculturapoesiamusica.com/2017/04/Daria-Petrilli.html
Deja un comentario