Recuerdo a «Centavo Menos» vecino del bar feliz en mi niñez, sabía aplacar borrachos de pelea a plomazo y machetazo. Al primer dia decembrino, abría su cantina al amanecer, saludaba al aire y a los ratones, se calentaba con un trago enorme de aguardiente amarillo de Manzanares, barría y regaba aromas de hierbas sagradas indígenas Quimbaya, sonaba la música parrandera de Guillermo Buitrago, los ritmos que vibran con su herencia Quimbaya son tan caribes como ellos.
Ahora vivimos sabroso con la rítmica negra pacífica y nos castigamos con reguetón.
Por este tiempo los políticos hablan y quizás se engañan y nos seducen con su paz y felicidad. Nos indican el camino hacia una vida feliz, porque será situarnos a vivir sabroso en una trama de placeres y dificultades que compensarán con placer tras las palabras del cambio encantado de un camino a una falsa plenitud.
Recuerdo los diciembres con familias extensas y dificultades que cambiaban con la cosecha cafetera, años pasaron y crecimos, las realidades de la vida nos agitaron y no siempre agradablemente, la realidad es exigente, dificultosa y así sustenta la vida placentera.
Tiempos de almanaque que marcan el transcurso en un universo cálido, telúrico y tormentoso, son escasos los días que corren sabrosos y entre los que traquetean difíciles y dolorosos con rutinas y pérdidas, normalizamos la vida, exigente ante la salud y tras meses y años aplacamos con voluntad y buenas relaciones el destino hacia el envejecimiento y el final.
Diciembre cierra el año en un país colombiano donde la economía y la vida social son complicadas. Aquí creamos momentos y escenarios para gozar. Es una vida que se nos atasca con estrés, ansiedades y temores. Los colombianos somos armonía creativa, a veces decadente aunque elude ondas de malos tiempos y lanza flechas a las amenazas de la vida cotidiana.
Algunos persistimos aferrados a la idea de que la felicidad se revive en el placer y la reforzamos bajo una armadura forjada con palabras que obvian la facilidad y trazan la entereza ante el dolor. Trajinamos experiencias complicadas y en la dificultad, o entre la embriaguez del triunfo, celebramos y otros se adormecen con marihuana, drogas y licores. En los días difíciles y en las evasiones nos obnubilan la televisión y redes sociales.
Vivimos obsesionados con el trabajo y las relaciones que ahora mueven los bits. Con buenas relaciones uno crece, a veces evitamos la realidad básica y poco comprensible de que toda vida implica deterioro y dolor, ese dolor real será una lucha con ese mismo estado doloroso que cuando germina crea tormentos y fortaleza con estoicismo. Existe mayor felicidad en la vida municipal donde se vive entre vecinos con festivales para el rock, los dias de la cosecha y celebraciones a las aves y la cultura con ambiente amigable.
La felicidad es fugaz y lenta entre la placidez o la obnubilación y no se construye evitando el dolor; lo mejores estados emocionales germinan entre la voluntad que afronta la dificultad, la reconoce y la acepta en los desafíos cotidianos. Se canta a lo más feliz con la mejor música, porque con esa voluntad experiencial se piensa y acompañan las emociones e inclinaciones hacia sentires dolorosos.
La música y el baile con la recreación atraen los mejores estados mentales y facilitan la entereza para reconocemos sin atormentarnos, como seres armónicos nos juzgamos y actuamos más acordes a nuestros sueños, valores y objetivos. La mejor voluntad estará presente y se fortalecerá en esos momentos, se conectarán mejor las percepciones a nuestros sentidos con vibraciones del entorno. Encontraremos la alegría más significante entre las cosas más simples de la vida. Felices dias decembrinos.
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